Gregarios

Las tribus urbanas son un fenómeno social surgido ante la disconformidad con un mundo fuertemente individualizado. Se trata de grupos que intentan vivir al margen de la sociedad con su propia cultura y se diferencian del resto especialmente por su vestimenta particular. Sin embargo, en la época actual parecen evolucionar hacia una mera estética dictada por los cánones de la moda. ¿Acaso se están posicionando del lado del enemigo?

La juventud es la etapa de la vida más conflictiva a nivel social, ya que supone el paso de la infancia a la madurez. Se trata de un proceso cuya culminación responde a la completa definición de una personalidad forjada. Sin embargo, los adolescentes -y otros no tan adolescentes- inconscientes ante sus propios cambios y renegados a madurar, optan, muy a menudo, por inventarse identidades de papel, disfraz mediante el cual creen adquirir una personalidad más auténtica y diferenciadora. Ello responde, probablemente, a una verdadera carencia social que se pone de manifiesto en la llamada "crisis de identidad" que vivimos actualmente.

La pertenencia a una determinada tribu urbana es un modo de navegar a contracorriente en una sociedad fuertemente individualizada y sometida a una ardua competitividad. El grupo de amigos es el referente principal del adolescente, que trata de buscar una salida ante la insatisfactoria realidad que se le presenta como futuro, ya sea para evadirla o para enfrentarla. La máxima pretensión es la diferenciación del resto del mundo, sin embargo, en el intento por ser distinto, paradójicamente se recáe en la igualdad grupal.

En el fondo se trata de aunar fuerzas, de hallar un modelo a imitar y utilizar el grupo como agujero donde, cual aveztruz, poder agachar la cabeza ante posibles disconformidades. Al fin y al cabo, la despersonalización reinante en nuestra era obliga a la búsqueda del reconocimiento de los demás, a la necesidad, más que excesiva, del apoyo de la gente que nos rodea.

Las tribus urbanas son un fenómeno propio del siglo XX, aunque la necesidad humana de establecerse en grupos o manadas ha existido desde siempre. La pertenencia a una tribu supone acatar un determinado estilo de vida, una ideología y una vestimenta propia. Todas se caracterizan por una clara postura de automarginación que intenta expresar su disconformidad con la sociedad. Lo grupal se valora por encima de lo individual, de modo que la personalidad se adquiere como conjunto. Ya en los años 50, rockers y mods crean una imagen propia, lon unos con sus motos, sus chupas de cuero y el rock and roll; los otros con su vespa y su estilo elegante, impecable.

Los hippies, surgidos en los 60, difunden una verdadera cultura con su estilo de vida bohemia, su propia filisofía y el acontecimiento en torno al cual aunaron sus fuerzas: Vietnam.

Los punks se extienden, en torno al fenómeno "Sex Pistols", desde mediados de los 70 por la periferia de las principales ciudades de Europa. Su vestimenta sucia, fea y provocativa, repleta de utensilios destinados a otros fines (pinzas, impersibles) es su forma particular de sorprender e, incluso, incomodar a la sociedad. La crítica se hace latente en su propio cuerpo. Los heavys, con su cultura musical; los breakers, unidos por el baile, el hip-hop y el patinaje; los góticos, con su oscuro pesimismo y su estética particular, llena de símbolos medio religiosos medio satánicos; los rockabillies, los okupas...

En realidad se trata de diferentes desviaciones de un mismo fenómeno tribal. Pero en la actualidad, con excepción de unas cuantas minorías que mantienen el ritual, las tribus existentes se distinguen tan sólo por una determinada estética, llámese vestimenta "fashion" o moda. Los indies, con su estilo pop británico; los cool, aquéllos que portan lo más estrafalario y original que puedan encontrar; los pijos, eso que todos conocemos pero con los que ninguno nos identificamos; los neohippies, los neopunks...

Las casas de diseño más prestogiosas han optado por incluir en sus creaciones elementos inventados por las tribus, en la mayoría de los casos como protesta ante la moda. Así, si en los 80 sorprendían los cinturones de tachuelas de los punks y las crestas puntiagudas, a comienzos del siglo XXI es fácil encontrarnos con los mismos como últimas tendencias. Y lo mismo con multitud de estéticas que nacieron como personificación de un grupo. Pero, lo más detestable, es que las luzcamos sin conocer ni su origen ni su significado.

Me pregunto cuál es el motivo de la desaparición, en general, del contenido ideológico reflejado en una apariencia exterior y sólo encuentro dos posibles respuestas: o somos tan inteligentes que hemos superado el fracaso utópico al que están abocadas las tribus en su intento por cambiar el mundo marginándose de éste, o la propia sociedad, junto con la moda, nos ha vencido y ya no somos capaces de pensar.

Extraído de: http://www.artmaniaque.com/es